El ingreso a este valle se da por la cordillera desde Chontapampa, Molinopampa, Cuelcacha o por la carretera Fernando Belaúnde por la ruta de Jumbilla. El camino moderno que viene de Chachapoyas que cruza la cordillera es relativamente nuevo ya que hace algunos años no existía una carretera habilitada para su tránsito y los habitantes de esta región debían atravezar la cadena montañosa a pie o con la ayuda de animales de carga. Aún se puede visibilizar el camino de piedras, por tramos, que llevaba a la gente a comercializar sus productos con los pobladores de las partes bajas. En la ruta, se observa el cambio de flora: Desde árboles y pastos altos, pasando por chontas, coníferas y arbustos, a pajonales y musgo en las zonas más altas, en el camino también se puede notar la presencia de aves de pequeño tamaño y predadores como halcones y zorros que se alimentan de roedores de las alturas. Se aprecian también venados, animales cuya piel fue hallada en instrumentos de la cultura Chachapoyas, tal vez con fines ceremoniales.
Desde lo alto de la helada cordillera se llega a ver Chachapoyas, Molinopampa, la ruta hacia Rodríguez de Mendoza y por el otro lado, nuestro destino, el valle del Alto Imaza. En tiempos de neblina, que son la mayoría, la visión de estos lugares no es posible. La niebla no es exclusiva de las montañas, en los mismos pueblos que componen este valle, la niebla es común. Esta, junto con las lluvias son fenómenos frecuentes en estos lares, pero no son los únicos fenómenos que se presentan. Los vientos, granizos, las heladas y las tormentas también se dan aquí, por lo general por temporadas. Como en casi toda la sierra, el invierno es de cielo despejado y más cálido que el verano, aunque en épocas cálidas también se dan las heladas: Bajas de temperatura en la madrugada que cubren la superficie de la tierra de un manto blanco de hielo, perjudicando cosechas.
Las heladas al amanecer son típicas en días relativamente más cálidos. |
El día soleado precede a las heladas, comunes en el "verano". |
En el valle del alto imaza, el común de la gente es agricultora y ganadera. A pesar de las condiciones climáticas adversas, la naturaleza brinda alimentos al hombre, quien debe trabajar arduamente para conseguirlos. A causa de esta dificultad para obtener productos agrícolas, la ganadería ha ganado terreno a los bosques nativos, creando campos libres de árboles para el pastoreo del ganado. Estos son cambios recientes, así como la dismunución de la población debido a la migración hacia zonas más cálidas y hacia ciudades ya sea por motivos de educación, económicos o de adquisición de nuevos terrenos.
Otro cambio, aunque no reciente, es el uso del castellano. Todos los pobladores hablan castellano, pocos de los más ancianos pueden entender quechua pero no lo hablan. Una generación antes que ellos aún podían hablar este lenguaje originario. En el pueblo de Granada aún se divisan viviendas hechas de troncos de árboles y de techo de paja, costumbre que fue reemplazada por el uso de adobe y tejas o de calamina.
A pesar de los recientes cambios, los pueblos de Granada (anteriormente conocido como Yambajalca), Shilmal, Quinjalca, Lamche, Olleros, Cliche, Cuelcacha, etcétera, hasta el día de hoy conservan gran parte de sus antiguas tradiciones, debido a tanto tiempo de aislamiento.
El Río que le da nombre a este valle nace en el distrito de Granada y pasa por Quinjalca, Olleros, Asunción Goncha, Recta, Chisquilla, Jumbilla, y va recorriendo la provincia de Bongará y Bagua hasta unirse con el Río Marañón. El inicio de su recorrido es serpenteante debido a que la superficie es plana, lo que le da un aspecto parecido al valle de Belén de Luya. En este río habitan las truchas, peces típicos de zonas altas en el Perú y que mejor se han adaptado desde su introducción. La combinación del río, la pequeña llanura y la pronta cordillera da una apariencia única en Chachapoyas, provincia que se caracteriza por tener profundos cañones junto a sus ríos. Estos pocos espacios planos provistos de pastos son aprovechados por el hombre para el pastoreo de sus vacas y cosechas temporales ya que en épocas de lluvias fuertes son inundados por el río que gana volumen y se desborda, motivo por el cual ningún hogar se ha establecido aquí.
La mayoría de las casas están en lugares altos, cercanos a las chacras de tubérculos como la papa, la oca y el olluco, alimentos característicos de la zona. Aquí, debido al clima, no crecen las frutas ni la mayoría de las verduras. Estos alimentos son traídos de la región San Martín por la ruta que lleva hacia la carretera Marginal de la Selva o Fernando Belaúnde. A pesar de que el distrito de Olleros es colindante con la región San Martín por una cordillera, no existen vías de comunicación terrestre por este lado debido a que ahí se encuentra la reserva del Alto Mayo, lugar de preservación de especies como el oso de anteojos. Muchos pobladores de Olleros han observado a osos de anteojos descender de las montañas debido, al parecer, por la invasión de tierras de la reserva por el lado de San Martín.
En Olleros, la crianza de ganado vacuno es una actividad casi exclusiva, otra cosa que llama la atención es la plantación a gran escala de pinos, las coníferas se han adaptado muy bien debido a que soportan climas fríos. Su siembra parece una alternativa para reforestar y obtener madera aprobechable.
Todo el ingreso al distrito de Olleros está rodeado de pinos. |
En el distrito de Quinjalca existe también la siembra de pinos pero no a una escala importante, aquí abundan más los alisos y los saucos, árboles típicos del valle.
La dificultad de las comunicaciones y el transporte ha hecho que la población esté casi aislada del resto, razón por la cual se han conservado no solo costumbres sino también apellidos como Galoc, Gaslac, Culqui, Goñas, Guayamis, Chasquibol, Lapiz, Mas, Canlla, entre otros. Como vemos, los apellidos indígenas son comunes.
En esta región natural la tala aún es fundamental. Pese a que existen las cocinas a gas, la población, al ser mayoría adulta o adulta mayor manifiesta no acostumbrarse al uso de estos instrumentos ya que están habituados al método tradicional de cocina a leña que les sirve para cocinar para un mayor número de personas aparte de mantener la casa cliente por falta de un sistema moderno de calefacción.
Casa típica en Quinjalca |
Para la construcción de sus hogares también se usa la madera y el adobe en vez de el ladrillo y el cemento. En la construcción de casas, el pueblo recurre a la llamada "minga" que son trabajos comunales en los que el dueño de la casa está obligado a dar alimento a los trabajadores. Este sistema de trabajo es un rezago de lo que se practicaba en la época incaica y colonial.
La tradición oral y la falta de escritura de los pueblos prehispánicos ha llevado a esta región a olvidar la lengua Chachapoyas ancestral, así como se está olvidando el quechua aparentemente traído por los incas. Solo en los topónimos y apellidos aún sobreviven ciertas palabras de lo que fue la lengua nativa chachapoyana.