A continuación vamos a reproducir una parte de la colección de escritos del Antiguo Mercurio Peruano cuyo autor es el economista vasco José Ignacio de Lecuanda y Escarsaga quien escribe este texto con mirada descriptiva y crítica sobre la naturaleza y la situación de la provincia a fines del siglo XVIII, e inclinado hacia una visión utilitaria de las potencialidades económicas de un espacio que atravesaba por una crisis económica. Todo esto en un contexto de pensamiento ilustrado y científico que tuvo como base los aportes del obispo Baltazar Jaime Martínez de Compañón, el mismo Mercurio Peruano y la expedición científica y política de Alejandro Malaspina.
*Aunque de Lecuanda es el autor, esta descripción fue firmada por Sifronio, seudónimo de Manuel Millán y Agurre, cura de Olleros.
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Colección de escritos del anterior y presente siglo |
"Si la edad de oro fue aquella tan celebrada de los poetas en que todo era común, y en que las gentes del antiguo Lascio recogían los frutos más sabrosos y abundantes sin cultivar los campos, ni manejar el corvo arado; fue sin duda la más infeliz en que han vivido los mortales. Ellos contentos con esos agrestes alimentos vivirían independientes, y procurando conservar esa fantástica prerogativa multiplicarían sus necesidades y miserias. Aislados en una selva pasarían el tiempo con fastidio, y gozando de una felicidad que no sabían aprovechar, aspirarían ansiosos a otros placeres que ellos no podían conocer sin la dependencia mutua y los vínculos de la sociedad. La manía común de ensalzar lo antiguo aunque merezca el vituperio, hizo que mirasen como felices aquellos tiempos en que el más distinguido se vestía de pieles y se alimentaba de bellotas, y sin más derecho que sus fuerzas eliminaba a sus semejantes. Solo las leyes de Saturno pudieron hacer a aquellos hombres más libres haciéndonos dependientes; y las monedas que introdujo, dándoles a conocer el precio de las cosas, fueron el móvil de su fortuna. Aprendiendo a darles el uso respectivo empezaron a ver un teatro muy diverso. Se promueve el comercio, se minora la ferocidad y la barbarie, y la santa amistad hace patentes sus delicias; las selvas luego se convierten en ciudades, y ya son útiles los hombres que antes se devoraban mutuamente.